Nir Oz, un recorrido por el kibutz donde el horror marcó el inicio de la guerra entre Hamás e Israel

26/Feb/2024

El País- por Carlos Tapia

El País- por Carlos Tapia

Mientras que la comunidad internacional condena los ataques en la Franja de Gaza, el Estado judío defiende su accionar y señala que el mundo no entiende que no es una guerra por territorio, sino religiosa. El informe es del periodista Carlos Tapia que viajó a Israel con el apoyo del Comité Central Israelita del Uruguay. Crédito foto: Carlos Tapia

De los 80 años de vida que tenía Amitai Ben Zbi, más de la mitad los vivió en el kibutz Nir Oz, en el desierto del Néguev, al sur de Israel. Su casa, ahora, se reduce a una pila de cenizas y escombros. Solo se mantuvo en pie el refugio antimisiles, que da a una carretera angosta y luego a un alambrado que separa al Estado judío de un campo vacío. Si se pudiera pasar, caminar 16 cuadras bastaría para llegar a la Franja de Gaza, desde donde se sienten los disparos y las ráfagas de ametralladoras MAC, como si la guerra que hoy mantiene en vilo al mundo sucediera a la vuelta de la esquina.

Amitai fue una de las primeras víctimas de los terroristas de Hamas que cruzaron a Israel a las 6:35 de la mañana del pasado 7 de octubre. El portón por donde entraron está a menos de 50 metros. Puede verse desde el techo del refugio, que servía para sobrevivir a un ataque de cohetes, pero no a uno inesperado, cuerpo a cuerpo, a los tiros. De hecho, Amitai estaba acostumbrado al sonido de las alarmas y a los bombardeos.

Roni Kaplan, el uruguayo portavoz del Ejército israelí, parado en el techo del refugio, donde se ven con claridad los edificios de Gaza, explica que Hamas ha lanzado 100.000 cohetes desde 2007, cuando empezó a gobernar en la franja, y que desde octubre de 2023 dispararon unos 15.000. Kaplan, que guía a un grupo de periodistas por Nir Oz, y que se detiene en cada casa contando las historias humanas detrás de la tragedia, dice que allí vivían 417 personas, y que 117 fueron asesinadas o secuestradas.

Aquí, a 1,6 kilómetros de la Franja de Gaza, en una ciudad fantasma, en un kibutz vacío, porque quienes sobrevivieron fueron todos desplazados, cada estruendo hiela la sangre, porque detrás de cada disparo, de cada explosión, hay alguien que, seguramente, está muriendo del otro lado, en los territorios palestinos que son la locación de una cruenta guerra, que ha llevado a múltiples condenas de la comunidad internacional. Israel dice que van 20.000 muertos, en una proporción de 1 a 1 (cada un terrorista, un civil). El Ministerio de Sanidad de Gaza, que responde a Hamas, dice que son 30.000, y no distingue entre terroristas y civiles.

El ataque de Hamas dejó 1.200 personas muertas en Israel. No se daba una matanza de judíos así desde la II Guerra Mundial. Hay, además, más de 1.500 denuncias por violencia sexual, y 132 personas que permanecen secuestradas. De hecho, en la casa de Amitai trabajaba Jimmy Pacheco, uno de los héroes nacionales de los que su historia se cuenta una y otra vez por estos días en Israel. Él, filipino, de 33 años, se negó a abandonar a su jefe, y entonces fue secuestrado. En noviembre fue liberado junto a un grupo de rehenes. En Nir Oz hay casitas de plástico, buggies, toboganes, aros de básquetbol, autitos y muñecas desparramados entre los escombros, manchados con cenizas, con el color negro de la guerra. Fueron 35 los niños asesinados por Hamas en la masacre dirigida en su enorme mayoría contra población civil. A metros de donde vivía Amitai está la casa de la familia Bibas. Yarden, el padre, de 34 años, fue acribillado durante el ataque. Shiri Bibas, la madre, de 32, fue secuestrada junto a Ariel, de 4 años, y Kfir, de 10 meses. Permanecen bajo las garras de Hamas. Donde vivían puede verse una bicicleta azul, un triciclo celeste y amarillo, y una cuna. Todo fue sacado para afuera por las fuerzas de seguridad, que debieron retirar el cuerpo de la vivienda. “Yarden tenía un arma y se defendió. No lograron abrir la puerta, cada vez que uno se acercaba él le disparaba. Al parecer abatió al menos a un terrorista, hasta que fueron por la ventana y lograron entrar”, cuenta Kaplan.

Muy cerca está la casa donde fueron secuestrados los hijos de Itzik Horn, Iair y Eitan, de 45 y 34 años. Iair vivía allí, Eitan había ido a visitarlo. Hamas atacó al mismo tiempo por tierra y por aire. Por eso, Itzik, al saber que las alarmas estaban sonando, los llamó durante la mañana del 7 de octubre. Eitan le dijo que se quedara tranquilo, y le preguntó si se había olvidado de que los misiles nunca impactaban en Nir Oz, porque estaban demasiado cerca de Gaza y siempre pasaban por arriba. Ya eran pasadas las seis de la mañana, así que los terroristas estaban a punto de sorprender. No podía imaginar una ofensiva cuerpo a cuerpo. Itzik forma parte, como todos los familiares de secuestrados, del Foro de Rehenes y Familias Desaparecidas, que tiene oficinas en Tel Aviv, y que reclama al gobierno que haga lo que sea necesario para devolver a los secuestrados vivos a su hogar.

Itzik dice a El País que con lo sucedido se rompió un “pacto social” de los ciudadanos con el gobierno, y que este solo volverá a entrar en vigencia en caso de que los rehenes vuelvan vivos. “No los pueden dejar morir en cautiverio”, dice. Y agrega: “Nosotros crecimos con un ethos: ‘No se dejan heridos en el camino’. Si el gobierno pudo pagar por Gilad Shalit, que pague también por mis hijos”. Hamas liberó al soldado Shalit, que había sido secuestrado en 2006, recién en 2011 y a cambio de 1.027 prisioneros palestinos. En tanto, hay un consenso en el Foro de Rehenes y Familias Desaparecidas: están de acuerdo con que Hamas libere primero que a nadie al bebé Kfir y a su hermano.

No hay puertas con más de una cerradura en este kibutz. Tienen una y no muy fuerte. Con una patada se podría entrar a cualquier vivienda. Kaplan dice que, incluso, por lo que ha hablado con quienes vivían allí, muchas veces ni pasaban la llave. Y que era común los días de calor que los niños armaran carpas afuera de las casas y durmieran en los jardines. En un encuentro con periodistas, el Ejército israelí mostró un video de 45 minutos con imágenes del ataque de Hamas. Se trata de material extraído de lo que subieron terroristas a redes sociales, de lo que las mismas víctimas grabaron con sus celulares, de cámaras de seguridad y filmaciones del Ejército. Allí pueden verse cadáveres de niños, vestidos con pijamas con estampados de personajes de Disney.

Se puede ver, también, cómo un joven entra a un refugio para protegerse, los terroristas de Hamas tiran una granada adentro, él sale corriendo, y lo acribillan a tiros por la espalda. Puede verse a un papá, en otro kibutz, el Nativ Asara, corriendo por toda la casa con sus dos hijos adolescentes, mientras los terroristas avanzan habitación tras habitación, y cómo logra entrar al refugio pero es tarde, es alcanzado y lo matan a balazos delante de ellos. Se puede ver cómo asesinan a ancianas a quemarropa. Cómo en la fiesta Nova, que se estaba desarrollando también a pocos kilómetros de Gaza, los terroristas irrumpen y disparan a una fila de baños químicos, donde algunos se habían escondido minutos antes. Cómo disparan desde la ruta a cada uno de los autos que pasan. Y cómo le cortan la cabeza con un cuchillo a un soldado.

Kaplan explica que tras el ataque en Nir Oz hubo que buscar los pedacitos de los cuerpos que habían volado por explosiones de granadas, para luego a través de estudios de ADN unir las partes y así poder darles entierro a las víctimas. En una de las salidas del kibutz hay unas puertas de vidrio repletas de agujeritos de balas, estas dan a un comedor, donde solían cenar todos juntos durante el Shabat. En el sitio hay olor a cementerio. Kaplan explica que allí debieron dejar los cuerpos durante varios días, tras el ataque. El uruguayo sostiene que pese a la corta distancia, lo que separa a Israel de los terroristas que gobiernan Gaza es un “abismo cultural y filosófico, es la dictadura contra la democracia, es una cultura que respeta los derechos humanos contra una que cree tener respuestas para todo”.

Del otro lado

Kaplan señala que de las 20.000 bajas de palestinos que el Estado judío reconoce, 10.000 corresponden a personas que no forman parte de Hamas. Reconoce, también, que hay niños y mujeres entre esos muertos, pero apunta que hubo civiles, que no forman parte de la agrupación terrorista, que participaron de secuestros por dinero. Ofir Falk, asesor del primer ministro Benjamin Netanyahu, dijo en un encuentro con periodistas en el que participó El País, que estos números “están cambiando”, y que la relación ahora es “de cada 11 terroristas, 10 civiles”.

Falk contó que el gobierno de Israel tiene un plan de “victoria total”, y que este cuenta con tres ejes que no son negociables: la destrucción completa de Hamas en los territorios de Gaza, conseguir la liberación de los rehenes y evitar que el Estado judío pueda sufrir un nuevo ataque. Y sostuvo que estos números en cuanto a muertes civiles están por debajo del “estándar internacional”, si se compara con otras guerras. Para Israel, en algunos aspectos, lo que pasó el 7 de octubre fue peor a lo sucedido el 11 de setiembre de 2001 con el ataque a las Torres Gemelas y el Pentágono en Estados Unidos, porque, por ejemplo, en esos eventos no hubo secuestrados. En esa instancia hubo unos 3.000 muertos.

Falk repite lo que el gobierno de Netanyahu le ha dicho al mundo en las últimas semanas, que se enfrentan a más de 600 kilómetros de túneles subterráneos construidos durante 15 años por Hamas y que estos están ubicados debajo de donde viven poblaciones de civiles, pero también donde hay hospitales, mezquitas, escuelas e instalaciones de Naciones Unidas, como ser los centros de Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (Unrwa).

Desde la comunidad internacional han llovido críticas contra Israel en las últimas semanas. Philippe Lazzarini, comisionado general de la Unrwa, escribió una carta al presidente de la Asamblea General de la ONU advirtiendo que la agencia llegó a un “punto de ruptura, por los repetidos llamamientos de Israel para desmantelarla”. Médicos sin Fronteras acusó al Consejo de Seguridad de la ONU por fracasar a la hora de pedir un alto el fuego humanitario en Gaza, algo que sucedió luego del veto de Estados Unidos a esta resolución. Unicef ha dicho que 10.000 niños sufren desnutrición en Gaza. Todos los países de la Unión Europea, menos Hungría, ya pidieron un alto el fuego. Uruguay también pidió esta semana “una pausa” para atender la “situación humanitaria”. Israel, según supo El País, espera que Uruguay declare a Hamas como organización terrorista, cosa que no ha hecho hasta el momento, aunque sí el canciller Omar Paganini se ha referido a los “brutales ataques terroristas de Hamas” del 7 de octubre. En tanto, Craig Mokhiber, quien era el director de derechos humanos de ONU en Nueva York, renunció tras denunciar un “genocidio” de palestinos y cuestionar también las asentamientos israelíes.

Gabriel Ben Tesgal, periodista especialista en Medio Oriente, explica a El País algo que sostienen muchos políticos israelíes, más allá, incluso, del partido al que pertenezcan: que Occidente no entiende que esta guerra no es por territorio -pese al área ocupada por Israel desde la Guerra de los Seis Días, en 1967-, sino que se trata de un conflicto religioso y que lo que Hamas busca es exterminar judíos. “El conflicto palestino israelí tiene una clara solución territorial, cercana al diálogo entre Olmert y Abbas en 2008. De hecho, soluciones territoriales no faltan. Todo conflicto materialista puede resolverse cuando ambos reconocen el otro también tiene derechos. Lo que sucede es que en la teología islámica, los judíos no son un pueblo, son una religión falsa superada por el islam, ocupan tierra santa islámica. La argumentación palestina clásica es religiosa y no materialista, por lo que analizar el conflicto sin tener en cuenta esto, que es crucial, es simplemente traducir lo que no conocemos para que quede cómodo”.

Ben Tesgal se refiere al acuerdo que el entonces primer ministro israelí, Ehud Olmert, le hizo al presidente palestino Mahmoud Abbas en setiembre de 2008, que implicaba anexar solo 6,3% del territorio de Cisjordania y la ciudad de Jerusalén se partiría de acuerdo a la propuesta “Clinton” del año 2000, los barrios árabe cristiano y árabe musulmán de la Ciudad Vieja eran para la capital palestina, mientras que los barrios judío y armenio permanecerían bajo control de Israel. El Monte del Templo y sus mezquitas, como Al Aqsa (la que tiene la cúpula de oro), para Palestina; y el Muro de los Lamentos, para el Estado judío. Fuera de la ciudad antigua, los barrios actualmente judíos para Israel, mientras que los orientales árabes quedaban en manos del estado palestino.

El Muro de los Lamentos, Al Aqsa y la Vía Dolorosa, el camino que hizo Cristo hacia su crucifixión, está todo a una distancia de no más de tres manzanas en la Ciudad Vieja de Jerusalén. La historia del mundo está a 78 kilómetros de la guerra en Gaza.

Nova, otra de las masacres

Para el gobierno de Israel, los terroristas que atacaron en la fiesta electrónica Nova no sabían que ese evento se estaba desarrollando allí, tan cerca de Gaza, sino que se toparon con él durante el ataque. Allí Hamas dejó 364 civiles muertos y 40 secuestrados. El sitio es un gran descampado, que hoy está lleno de flores y de carteles con las fotos de las víctimas. Los terroristas entraron a pie, disparándole a todo lo que se moviera.

“Mi hija estuvo 9 horas encerrada con mis nietas de 3, 6 y 8”

Marcelo Garzón es argentino, nació en 1961 y vive en Israel desde 1977. Tiene tres hijas. Una de ellas es Sigal, quien “tuvo que pasar por la masacre” de Nir Oz y que hoy espera por la liberación de su esposo, Arbel, y de su cuñada, Dolev, que están en manos de Hamas.

“El 7 de octubre nos despertamos y la llamamos -cuenta Marcelo-. No nos atendió, ya estaba en el refugio. Entró con mis nietas de 3, 6 y 8 años, y además estaba embarazada. Luego dio a luz con Arbel ya secuestrado. Mi hija y mis nietas estuvieron encerradas casi sin comunicación. Sin agua. Sin comer. Sigal luchaba para mantener a las niñas en silencio. Que no lloren. Que no griten. Escuchaba como por fuera los terroristas destruían la casa. E inclusive trataron de abrir el refugio, pero no pudieron y se fueron. Mi yerno, Arbel, es enfermero voluntario de lo que aquí es la cruz roja, y luego de que Sigal y mis nietas estaban en el refugio, salió a dar primeros auxilios. Lo último que le dijo fue que la quiere. Desde ese momento no supimos más de él. En el refugio estuvieron nueve horas, en oscuridad total, con un miedo infernal”.

Para Marcelo, lo que sucedió es “un tiro por la espalda”, porque incluso en Nir Oz “se le daba trabajo a muchos palestinos de Gaza”.

Escombros

Lo que más sorprende en Nir Oz es ver, entre los escombros, retazos de la vida cotidiana de las víctimas: una casita de juguete, unos lentes con un cristal roto sobre una mesa llena de cenizas, una cocina con los platos que quedaron sin lavar… La rutina de quienes aquí vivían, en un kibutz que se dedicaba entre otras cosas a cultivar flores, se rompió con el brutal ataque terrorista y la posterior evacuación. Roni Kaplan dice que muchos de quienes vivían en Nir Oz ya quieren volver al lugar, y que no ha escuchado de ninguno que haya expresado deseos de mudarse.